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sábado

Soy Católico, Pero No Soy Cómplice Por: Pablo José Castro Villaizán Consultor en Sexualidad http://periodicovecino.blogspot.com/2010/04/soy-catolico-pero-no-soy-complice.html Ser católico no quiere decir que no podamos cuestionar el proceder censurable y abusivo de algunos sacerdotes y obispos que a través de muchos años han violado las intimidades de niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres, con o sin plena capacidad consciente de sus actos. Ser católico y tener fe en Dios, no quiere decir que no demandemos a la iglesia en su conjunto, desde el Papa hasta el Párroco de la iglesia más cercana a nuestras viviendas, una actitud valiente de autocensura y de deslinde con aquellos integrantes de la iglesia católica que hicieron mal uso de su poder de convencimiento, con una feligresía necesitada de una palabra de esperanza o un acto solidario, o de alguien que pueda escuchar sus penas y/o desgracias. Ser católico no tiene porque hacernos cómplices de los instintos sexuales torcidos de algunos curas u obispos que pregonando amor al próximo, “inculcando principios morales”, desde el altar de una iglesia, sin embargo llevan una doble vida y aparentan por mucho tiempo castidad, fieles a su “condición de célibe” y sin embargo sostiene relaciones cóitales con jóvenes o mujeres que se sienten atraídas por el físico, o la posición intelectual del sacerdote o la ascendencia sobre ellas. Ser católico, creyente, practicante o no en su real dimensión, no nos inhibe de exigir una política de gobierno nueva al interior de la iglesia católica, en donde se castigue con la inmediata separación a sacerdotes, obispos y cardenales que incurrieron en pedofilia o que siendo autoridades y conocedores de casos escandalosos, no tomaron acciones drásticas y por el contrario encubrieron cobardemente estos actos deplorables. Ser católico y ser consecuente con los estamentos de esta iglesia, ello no nos venda los ojos para observar con absoluta claridad que la posición respecto al A O E , el anticonceptivo oral de emergencia, es una actitud injusta con las mujeres mas necesitadas, con las más pobres, con las menos educadas e instruidas y que bajo un ángulo de “supuesto aborto”, negado científicamente por la OMS , la Organización Mundial de Salud, se empecinen en censurar su uso hasta el extremo de tomar posiciones de políticas de estado, bajo el poder que ejerce la iglesia católica en países creyentes masivamente o mayoritariamente. Ser católico, no me complica preguntarles, como se explica coherentemente que pudieran ser consecuentes y destapen estas inmoralidades, las sancionen y a la vez pregonen moral, buenas costumbres, y sean “modelos” a imitar y paralelamente mantengan a una feligresía maniatada en la política del control de la natalidad, que censura, y combate abiertamente cualquier opción eficaz de control solo por ser algún método químico o físico de prevención del embarazo. Ser católico no nos callara expresar con total fuerza y decisión, la ventaja que tienen los sacerdotes para someter al pueblo creyente en una suerte de chantaje moral, sobre el derecho inexpugnable que tienen las mujeres a decidir sobre un aborto terapéutico por violación sexual o a un aborto eugenésico para no condenar una vida más. Ser católico y consecuente con la labor pastoral, social, y educativa que realizan infinidad de sacerdotes en los puntos más inhóspitos, en los pueblos más olvidados, en las localidades más complicadas y en ocasiones más riesgosas, no nos cercena el derecho a clamar autocontrol sexual a estos hombres que decidieron por propia voluntad tener una condición de célibe, y que con el correr de los años mutaron, cambiaron o evolucionaron de sus promesas iniciales y luego a escondidas manifiestan su expresión y deseos sexuales , pero es ahí en donde deben renunciar de inmediato al sacerdocio, para que no sean pasibles de impugnación moral.
Como católicos, creyentes en fe, deseamos tener una iglesia sin manchas ni encubrimientos, sin elementos de doble moral, sin integrantes abusivos de niños y niñas, sin posiciones inaceptables, arbitrarias, sin tiranías morales y menos dogmáticas, queremos que la iglesia católica sea justa, ejemplar, sancionadora del error y del horror, dentro y fuera de ella, y que quede limpia de escándalos generacionales y actuales.